ESTAMOS ESCRIBIENDO EL NUEVO LIBRO

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lunes, 14 de diciembre de 2009

LUNES AL AMANECER

El solo caminar de la perra, me despierta. Como buena guardiana, se ha levantado por un momento, para ver por la ventana, de dónde viene cierto ruido que ha escuchado.
Doy un par de vueltas en la cama y decido levantarme. Voy a la cocina y veo el reloj; son las 5:20 hs. La madrugada está fresca y todavía está oscuro. Pongo la pava a calentar y me dispongo a escribir. La perra se ha vuelto a dormir y reina un silencio absoluto.
En eso, muy de a poco vuelvo a escuchar los pájaros cantar, pero ahora si me llenan de alegría. A ésta hora me encanta escucharlos. El mate está listo y me los empiezo a cebar sentado frente a mi computadora. Enciendo el primer cigarrillo.
Busco entre mis archivos una buena música para disfrutar, aún más del momento y elijo una de feng sui, con el sonido del arroyo, una flauta y una cítara. Muy de a poco comienza a aclarar y me noto de lo más contento porque me he levantado antes que esos benditos pájaros, a los que ayer al atardecer estaba maldiciendo.
El sonido del agua del arroyo ha dado paso al de las olas del mar que van y vienen y mi espíritu comienza a expandirse; aparece el ensueño y con él la creatividad. Imagino la casa que tenemos soñada con mi esposa en las sierras, en esa zona de los frondosos bosques que hemos elegido para ella, la zona alta de Calamuchita.
Me imagino caminando por la hierba húmeda y la temperatura del amanecer bien fresca. Me imagino sentándome en el suelo en mi posición de medio loto, con los mates de siempre y contemplando los primeros rayos del sol, me veo también con una notebook, describiendo como ahora, mi percepción, entre la naturaleza y la tecnología.
Aclara lo suficiente y veo el piso de mi patio todo mojado, me doy cuenta que anoche ha llovido y salgo para pisar con mis pies descalzos ese suelo. Al salir me doy cuenta de la diferencia del aire del patio con relación al de la casa, mucho más fresco y con aroma a humedad, además de verse todo verde el entorno, en lugar de ese tufo que todavía se mantiene en la casa, luego del calor de ayer y lleno de objetos inertes, como son los muebles y la tecnología.
Me encuentro en el patio y por la ventana se ve mi estudio y la computadora encendida, una conjugación bien opuesta, pero no por ello poco interesante.
No me queda otra que levantar mi mirada al cielo y extender mis brazos a él como en señal de agradecimiento por el lunes que está comenzando y por tan buen despertar.
Suena el despertador para mi señora y los primeros en levantarse son los animales de la casa, el gato, la perra y esa gatita cachorra que hemos adoptado el viernes y que empieza a maullar frenéticamente pidiendo la leche.
Se ha ido el silencio y todo ha despertado otra vez: los pájaros de la vereda, mas tarde los animales de la casa y finalmente mi esposa. El silencio ha dado paso a la conversación que comienza a ser apurada porque hay que ir al trabajo. Me quedaría por horas escribiendo hasta llegar como a una especie de éxtasis, pero es lunes a la mañana y todas las obligaciones comienzan a hacerse exigir otra vez. Con cierto pesar, pero al mismo tiempo lleno de entusiasmo, cierro mis archivos y me voy a vestir para ir a cumplir con mis labores.

domingo, 13 de diciembre de 2009

DOMINGO AL ANOCHECER

Domingo a la tarde. Mucho calor. El ventilador viejo arroja muy poco aire y la piel está sudada. No hay ninguna inspiración, nada creativo surge. Solo hay aburrimiento y desgano. Bostezo tras bostezo. Y esos malditos pájaros que ya se vienen a sus nidos al atardecer, cantando como si hubieran tenido un día excelente.
En eso aparece mi esposa y me pregunta: ¿Qué estas escribiendo? Le leo y dice: ¡Uy que hondón! Me sale una carcajada cuando pienso en todo lo deprimente de tanto negativismo. Sin querer me voy al patio y veo que el sol casi se ha puesto por completo, los pájaros ya se han callado, están a punto de dormirse y éste hombre del amanecer ha superado una vez mas ese momento tan difícil para él, cual es el anochecer del domingo en la ciudad.