Domingo a la tarde. Mucho calor. El ventilador viejo arroja muy poco aire y la piel está sudada. No hay ninguna inspiración, nada creativo surge. Solo hay aburrimiento y desgano. Bostezo tras bostezo. Y esos malditos pájaros que ya se vienen a sus nidos al atardecer, cantando como si hubieran tenido un día excelente.
En eso aparece mi esposa y me pregunta: ¿Qué estas escribiendo? Le leo y dice: ¡Uy que hondón! Me sale una carcajada cuando pienso en todo lo deprimente de tanto negativismo. Sin querer me voy al patio y veo que el sol casi se ha puesto por completo, los pájaros ya se han callado, están a punto de dormirse y éste hombre del amanecer ha superado una vez mas ese momento tan difícil para él, cual es el anochecer del domingo en la ciudad.
En eso aparece mi esposa y me pregunta: ¿Qué estas escribiendo? Le leo y dice: ¡Uy que hondón! Me sale una carcajada cuando pienso en todo lo deprimente de tanto negativismo. Sin querer me voy al patio y veo que el sol casi se ha puesto por completo, los pájaros ya se han callado, están a punto de dormirse y éste hombre del amanecer ha superado una vez mas ese momento tan difícil para él, cual es el anochecer del domingo en la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario