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sábado, 20 de marzo de 2010

DE REGRESO AL HOGAR

Terminó el campamento. Fueron cuatro días muy intensos. Y fueron cuatro en lugar de dos, porque llegué a un acuerdo con Ely. Nos íbamos a ir con la carpa chica (para dos personas, de fácil armado y de tan solo un kilo y medio de peso) como para poder caminar con nuestras mochilas, desde donde dejamos el auto, hasta donde acampamos, que está como a un kilómetro de distancia, en medio del monte. Las lluvias de la semana pasada le hicieron temer y pensó atinadamente, que muy probablemente nos mojaríamos todo, sin nos tocaba una tormenta como las del jueves o viernes de la semana anterior. Y las temperaturas de esta época del año no están como para que tal cosa nos sea indiferente. Mojarse todo, en esta época implica, en las sierras, pasar frío.
Así que me propuso que lleváramos la carpa grande, que la tenemos para cuando vamos a campings, y ahí nomás le hice mi contraoferta: Yo hago de porteador y te llevo la carpa pesada hasta el campamento, siempre que estemos cuatro días en lugar de dos. Aceptó gustosa y ahí nomás nos estrechamos las manos en señal de trato hecho.
Cabe destacar que la carpa grande es una estructural de dos dormitorios y comedor, que pesa alrededor de 15 kg.
Cuando llegamos al lugar me tocó cumplir con la parte que me correspondía del trato, mi mochila pesaba alrededor de 30 kg, y la suya no llegaba a los 15 kg. Pero lo transporté gustoso, pensando en todo lo que nos esperaba por compartir y recordando aquellos porteadores que supimos contratar con un grupo de amigos expedicionarios, cuando fuimos al Machu Pichu, en el año 1993, yendo por el camino Inca. Estos eran tres y llevaban en grandes bultos sobre sus espaldas las carpas y todos los utensilios para acampar. Así iba yo ahora, con la pesada carpa, el colchón inflable, el inflador, el sol de noche, las ollas, etc., etc. etc….
La señora en cambio, solo llevaba su ropa, la bolsa de dormir y algo de comida. Igual que aquellos expedicionarios de los 90. Era como que estuviéramos experimentando un sorpresivo giro del destino.
La cuestión me recordaba a las damas de otras épocas, que eran bien mimadas por los caballeros, en lugar de ser como esas iron girl de hoy en día, que en nada se diferencian a los hombres más fuertes y que compiten con ellos hasta en los deportes de mayor riesgo y resistencia, como el paracaidismo, los triatlones o el andinismo.
Ely por el contrario es una mujer, como ella misma lo dice, de lo más conservadora y como un aspecto de su conservadurismo, está esto de ser de lo más delicada y frágil, no por ello dejando de ser mujer de lo mas fuerte. No por nada el micro emprendimiento que lleva adelante es de venta de cosmética, perfumería y artículos para la belleza y la estética de la mujer y el hogar.
Así que gustoso hice las veces de porteador y después de cargarme con ese peso tremendo sobre mis espaldas, por fin llegamos al campamento.
Acampamos otra vez en las cercanías de Flor Serrana, a diez metros de la Apacheta, erigida por mi amigo Baltasar y por mi, en enero próximo pasado como “Santuario de los Campamenteros”, por ese sacerdocio común del que gozamos todos los laicos.
La Señora me contó que había tenido una mínima instrucción cuando niña en un grupo de girl scouts y como tal, sugirió que armáramos la carpa en un lugar al descampado.
En mi pretendida función de guía, con una formación mas bien temeraria, me volqué más hacia la costumbre de los hippies, que a la de los scouts. Ya que a aquellos les gusta acampar debajo de los árboles, tal cual los descubrí en otro de mis viajes, en ese entonces por la Península Valdez, cuando vi sus campamentos entre los frondosos árboles de un tupido bosque en un camping de Puerto Pirámides.
Fue así que elegí de entre los árboles extranjeros, de ese monte serrano, la mora mas grande que pude encontrar, para poner debajo nuestra carpa.
Digo temeraria, porque como bien decía mi esposa, si le caía un rayo al inmenso árbol, nadie nos salvaría. Pero para mi la sombra de un buen árbol era más atractiva que la prevención.
En fin ahí quedó armada la carpa, bajo el árbol y por cierto no estaba de lo mejor armada porque la topografía del terreno no lo permitía. ¡Más temeridad de mi parte!
Fueron pasando las horas y los días y fui dándome cuenta que mi función no era la de guía, como lo había supuesto y como había sido casi siempre, cuando llevaba nuevos expedicionarios de campamento.
Me fui dando cuenta que mi función era mas que nada la de acompañante y que éstas eran “sus vacaciones”, tal cual ella me lo había venido diciendo desde hacía un tiempo y que a mi me sonaba un tanto egoísta de su parte, aunque tenía toda la razón porque yo era solo su compañero.
Y me di cuenta de ello por todas las adversidades que me tocó experimentar, como si el destino se hubiera empecinado en contra mío.
Creo que recibí unas cuantas lecciones en éste viaje, y algunas de ellas estoy tratando de expresar aquí.
Si ustedes han venido siguiendo éste blog, habrán leído que hay un artículo, titulado “Reencarné en Navidad” del mes de enero, que habla de los chacras y en especial del chacra del plexo solar o manipura chakrá. Dicen los practicantes del yoga que es el chacra del poder personal, del poder de la mente y hasta de la manipulación. Que el mismo se encuentra en el plexo solar y que está vinculado con el elemento fuego.
Parece que durante toda mi vida he estado demasiado concentrado en éste chacra y que el fuego y “su facinación”, han sido características muy mías, hasta el punto de llevarme a actuar muchas veces como un hombre manipulador, lamentablemente, y en especial por ser ariano y bipolar, lo cual es muy propio de éste tipo de personas.
Pero reconocerlo no es para sentirme mal conmigo mismo ni para golperame el pecho, sino para comprenderme mejor y comprender también a los que me han acompañado en la vida, y fundamentelmente para darme cuenta, como lo propone el kundalini yoga, hacia donde debo focalizar ahora toda mi energía. Hacia el chacra del corazón, tal cual lo he escrito también con anterioridad (Buscando la paz interior y la armonía del mes de enero).
La cuestión es que estas fueron las vacaciones de mi esposa y yo fui solo su compañero de viaje, no fui su guía, como era mi costumbre con otras personas y en épocas pasadas.
Ella manejó la situación, un poco también porque es de otro signo de fuego, sagitario y porque también tiene tendencia al liderazgo, pero fundamentalmente, porque es del eneatipo cinco del eneagrama y tiene una gran afinidad con la característica ermitaña del hombre y puede mantener un contacto místico con Dios y el mundo invisible.
Así que ella pudo decirme en cierto momento estas palabras:
En este campamento he aprendido algo nuevo: Lo hermoso que es disfrutar el momento y estar totalmente a solas con Él (Cristo).
Imagínense ustedes que para un hombre como yo, de lo más sociable, y aún cuando en todos estos últimos años me he estado familiarizando mucho con el aspecto ermitaño de los seres humanos…, estar realizando un campamento, en medio del monte, sin ninguna civilización, sin absolutamente nada de tecnología, ni siquiera un aparatito para escuchar música, sin una proveduría cerca, como para ir a comprar un refrigerio en mis horas difíciles, como el anochecer, pero fundamentalmente acompañado por alguien que es feliz leyendo el libro Cosmos de Carl Shagan, haciendo con su nueva cortaplumas una pequeña talla en madera, rezando todos los días el rosario en la Apacheta, observando en total silencio el cielo diurno y nocturno y en fin… estando a solas con Él. Y aún cuando yo he ido infinidad de veces a las sierras en estas mismas condiciones, es decir sin nada de civilización, sin ir más lejos; en el enero próximo pasado cuando fui a mis dos diferentes destinos; Cuesta Blanca y Flor Serrana. Soportar todo ese silencio y esa soledad fue de lo más difícil para mí, incluso cuando en Enero estuve solo con mi perra en Cuesta Blanca por cuatro días en las que fueron esas si: “mis vacaciones”.
Me fui solo, pero no estuve demasiado tiempo solo. En esa oportunidad me encontré con el Ermitaño, hábido de conversación, y todos los desayunos, las cenas y algunos almuerzos compartimos largas charlas de lo más interesantes.
Con mi esposa fue de lo mas extraña la experiencia y otra vez se percibió el giro del destino, a pesar de no ser ella una verdadera Ermitaña como el de Cuesta Blanca, actuó de manera mucho mas ermitaña que aquel en ese campamento.
Y eso me permitió aprender mi segunda lección: “Toda la vida, por mas que había hecho innumerables campamentos, estuve siempre acompañado y ejercí siempre una situación de cierto poder frente a estos compañeros”. Siempre me las había arreglado para captar sus atenciones, con mis cuentos, relatos y filosofías y cuando esto ya no funcionaba, me las arreglaba para captar esas atenciones con “mis valentonadas” que gracias a Dios siempre salieron bien porque estuve acompañado en todo momento por mi ángel de la guarda, que como he dicho muchas veces trabajaba tiempo completo para mi durante mi adolescencia y juventud.-
En el anochecer del tercer día me di cuenta de muchas otras cosas mías: Me di cuenta que en mis épocas pasadas, cuando llegaba esa hora difícil para mí, entre todos los campamenteros preparábamos el fogón, cenábamos y luego nos disponíamos a tomar alguna bebida alcohólica para amenizar el momento. Muchos de los que me acompañaban por aquellas épocas siguieron con esa costumbre diaria. Yo debí abandonarla por diversos motivos, el principal de ellos es que con mi tratamiento actual no puedo tomar bebidas alcohólicas, salvo en contadas ocasiones, para festejar y solamente con una copa de buen vino o champaña.
No caben dentro de mi nueva vida “las bebidas espirituosas” para alegrarse y en cierta forma “evadirse del tremendo aburrimiento de ciertos momentos del día".
Esta, mi mujer me enseñó también en ese atardecer gris en las sierras, que ella casi nunca se aburre, por lo que nunca se siente tentada de acudir a los diferentes estimulantes de los que en el pasado he echado mano.
Poco a poco, me iba dando cuenta que la verdadera guía del campamento era ella y que yo solo estaba actuando como un mero compañero, tal cual lo he dicho varias veces en este escrito y para poner énfasis en lo curioso que me resultó, este nuevo rol.
No era yo esta vez el que manejaba las diferentes situaciones, sino ella y por supuesto Dios. Y me empecé a dar cuenta de ello, a penas llegado al lugar y fui a ver la Apacheta.
En el santuario se podían ver los rastros de una excursión anterior, aunque posterior a la que hicimos con Baltasar en enero, y cuando me puse a investigar logré descubrir que habían sido nada mas y nada menos que Scouts, esos de los que cuando era jovencito me reía, por todas las reglas que debían cumplir ante sus superiores y a los que ahora he pasado a admirar, por la vida sana que llevan adelante.
Justamente rastros de scouts fue los que “nos regaló” Dios y fue evidente que ese regalo no fue para “el irreverente campamentero hippie”, sino para la conservadora campamentera scout.
Y a esta antigua girl scout, que no tuvo la oportunidad de ser constante con su grupo de la infancia, ya que el mismo se disolvió y a la que solo le toco ir una sola vez de excursión, San José, a quien hace muchos años declaramos padrino de nuestro matrimonio, justamente en su día: la madrugada del 19 de marzo, le dio un verdadero bautismo, con una tremenda tormenta de lluvia, relámpagos, viento y granizo, que nos hizo caer la mal armada carpa, para tener que salir los dos a levantarla en medio de la inclemencia del clima y en plena oscuridad.
A ella le regaló Dios la sensación de valentía que sintió esa noche, cuando se dio cuenta que “pudo lograrlo”, superando así a todas sus imaginarias amigas citadinas, que se hubieran virtualmente desesperado ante tremenda tormenta.
A ella le regaló esa Apacheta mejorada y desmalezada por los scouts. A ella le dio la razón de que a la carpa grande, hay que armarla en un lugar llano y lo suficientemente grande, como para colocarla como “Dios manda”, con todos sus vientos y estacas bien puestos, para que no se venga encima con la primera tormenta, como si se tratara de un simple toldo precariamente armado.
A ella le regaló Dios la sensación de “humilde poder personal”, que sintió cuando se metió en día nublado al agua fría del río, haciendo caso omiso a su costumbre de toda la vida, y de lo más confortable de bañarse solo con agua caliente de calefón.
A ella la estuvo acompañando el Maestro Jesús, en estas, sus vacaciones y a mi me dio en cierta medida me dio la espalda, o mas bien me enseñó a través de mis desatinos y mis errores, haciéndome fallar una y otra vez en todos mis intentos desaprensivos, hasta cuando quise encender ese fuego con leña húmeda, totalmente convencido que lo iba a lograr y para regalarle a mi esposa, o mas bien para fascinarla, con un fogón de despedida, la noche antes de partir.
Por mas que lo intenté encender con papel, paja y hasta con el mismo calentador a gas, no lo pude lograr y me terminé dando por vencido para irme a dormir ya totalmente sin fuerzas y desanimado.
No había que fascinarla a ella. Fascinar y encantar lo había hecho en innumerables oportunidades y no hubiera sido novedad alguna.
Era ella la que me debía fascinar a mí, con su silencio interior, su riqueza espiritual, su sensatez, su delicadeza y su gran humildad y como ya dije su liderazgo y su fortaleza.
Es a ella a la que debo aprender a amar incondicionalmente como lo manda el chacra del corazón, y no tratar de manipularla, aunque sea mínimamente y como impulso natural de mi personalidad a través de mis desenfrenos de corte machistas.
Es a ella a la que debo continuar descubriendo día tras día, porque tiene dentro de su corazón, un gran tesoro por descubrir que lo va revelando muy de a poco, a medida que uno se va ganando su confianza y ella abre con su llave el cofre de ese tesoro.


4 comentarios:

Alma Mateos Taborda dijo...

Bellísima experiencia amigo, una verdadera recreación de un viaje con algunos escollos pero excelentes resultados. Me alegro mucho por ambos. Un abrazo.

Marina-Emer dijo...

TE FELICITA POR TU VIAJE ...HACE TIEMPO QUE NO RE SALUDO Y HOY ME ACORDE DE REPENTE Y NO LO DEJÉ AQUI ESTOY Y TE DEJO UN CALIDO ABRAZO
MARINA

Dr. Leandro Javier Alippi dijo...

Gracias alma. Siempre tan calida para expresar tus comentarios. Un abrazo

Dr. Leandro Javier Alippi dijo...

Gracias por tu visita Marina. Ya andaré por tu blog.