ESTAMOS ESCRIBIENDO EL NUEVO LIBRO

ESTAMOS ESCRIBIENDO EL NUEVO LIBRO
MENSAJES PARA LA ALDEA GLOBAL

Galería de Fotos

Galería de Fotos
Mi ahijada de bautismo Josefina

Mi nueva ahijada Constanza (Una dulce total)

Mi ahijada adoptiva Mirian

Mis ahijados adoptivos Dante y Antuan Etian

Flor Serrana con mi ahijado adoptivo Baltasar

Mis otros ahijados adoptivos: Fabio y Beatriz

viernes, 15 de enero de 2010

LA APACHETA DE LOS CAMPAMENTEROS

El paisano no es lector de libros, pero lee una gran cantidad de experiencias que ha vivido.
Hacía años, que cada vez que iba a Flor Serrana de picnic o campamento, pasaba por una construcción de rocas apiladas, de un metro de alto y ochenta centímetros de espesor, en forma circular, como de unos diez metros de diámetro y con una entrada, libre de piedras de aproximadamente un metro y medio de ancho.
Siempre le pareció algo extraño, pero nunca se detuvo a analizar sobre el origen de su existencia, ni sobre la función que tuvo en el pasado.
El paisano había estado en Cuzco y el Machu Pichu y allí le enseñaron la diferencia entre las construcciones populares y las sagradas. Las primeras, que se utilizaban para las viviendas comunes, eran de rocas apiladas, sin demasiada prolijidad, mientras que las segundas eran rocas perfectamente encastradas unas con otras, que parecían haber sido cortadas de manera especial y donde no entra ni un alfiler en sus coyunturas. En unas y otras por cierto no se utilizaba ningún tipo de mortero.
La construcción de Flor Serrana le recuerda a las “populares” del Perú.
No quiere recabar ningún testimonio sobre la razón de ser de esta construcción, entre los pocos pobladores de la zona, pues considera que de ésta forma podría perder toda la magia que tiene la cuestión para él.
No es el estudio histórico el que le interesa, sino dar origen a una leyenda. Leyenda de Campamenteros.
En su última excursión por el lugar, junto a un amigo diez años mas joven, al que llamaremos el explorador, por primera vez le surgió el interés por explicarse, de algún modo, la razón de ser de esa extraña construcción.
Realizaron entonces un ejercicio mental y espiritual, contemplando y dando rienda suelta a su imaginación, para ver qué le decían las musas sobre el origen y la finalidad de todo ello.
El paisano, unas cuantas veces, cuando hacía las veces de guía de otros campamenteros, les había dicho, que se trataba de un viejo cementerio aborigen, riéndose siempre por dentro y recibiendo los más extraños comentarios al respecto.
Sin embargo un sentir muy íntimo le decía que no podía ser tal cosa y por ello siempre descartó tal posibilidad.
En ésta última ocasión, su compañero, el explorador, recibió una idea inspiradora: Le comentó que en nuestro Norte Argentino, antiguamente los coyas erigían construcciones de éste tipo, denominadas Apachetas, donde veneraban a la Pacha Mama, y que después de la Colonización, continuaron utilizándolas como lugar de adoración, pero ahora de Cristo, la Virgen y los Santos.
Al paisano se le vino a su vez otra idea; que tal vez había sido sencillamente un corral para las cabras, como otros que ha visto en la actualidad entre los criollos y que les ponen encima de las piedras, espinillos, para que los animales no se escapen.
Lo que le parecía extraño era que no existíera en toda la zona donde estaba la construcción, ni un solo rastro del racho de sus supuestos dueños, cuando era de suponer que la casa debería haber sido aún de mejor calidad que el corral y por lo tanto, algún rastro debería haber quedado.
La cuestión que esa tarde de análisis y contemplación, les llovió torrencialmente, empapándose los dos y mojándose además todas sus pertenencias.
Salido otra vez el sol del verano en las sierras, el explorador, por la adrenalina experimentada durante la tormenta estival, con creciente violenta del río y todo…, rogó que viniera otra tormenta a la noche para cuando estuvieran durmiendo en la carpa, dado que nunca había experimentado algo así.
Demostró el hombre tener mucha Fe. Pues a pesar que el cielo se había despejado por completo, cuando estuvieron cenando, otra vez vino el viento sur, los relámpagos y finalmente, ya cuando estaban en la carpa, una tremenda tormenta, hasta con los estridentes rayos de Zeus.
El paisano, que dormía cuanto podía en medio del mal tiempo, recapacito, entre dormido y despierto, sobre ese “poder personal” que le demostró tener su compañero para invocar a la lluvia, los rayos y los vientos.
Finalmente quedó profundamente dormido, aún en medio de los estruendos del clima. En su sueño, logró divisar arriba del árbol que está dentro de la construcción, un algarrobo que parece ser el decano de todos los otros que se hallan en ese pradito donde está ubicada la pirca, un hermoso y radiante ángel de tunicas blancas, de larga cabellera rubia y enrulada, con una espada en su cinturón de cuero marrón, enormes alas de plumas también blancas y con un inmenso crucifijo del oro mas puro, colgado en su pecho.
Al día siguiente el paisano le contó su sueño al explorador y a la tarde, por el poder del sacerdocio común, que tienen todos los bautizados en la Fe Cristiana, le erigieron a Dios, esa misteriosa “apacheta”, como un Santuario de los Campamenteros y amantes de La Vida al Aire Libre, para que Dios los acompañe siempre, les enseñe a vivir en armonía con el medio ambiente, y los proteja toda la vida.
A su vez en ese mismo momento de la consagración del referido sitio, el paisano le ofrendó además al Señor Jesús: ir dejando de a poco el tabaco, principalmente por el amor que les tiene a los suyos y para no abandonarlos antes que lo disponga el Padre Eterno.
Fue el explorador, uno de sus ahijados, llamado Baltasar, como el rey mago, quien lo inspiró también para encontrar este noble móvil interior, para luchar con mas fuerza y durante todos los días, por el largo tiempo que le esperaba hasta dejarlo por completo, contra ese demonio que lo tiene atado al vicio y que lo quiere ver "matarse", poco a poco y por mano propia.

No hay comentarios: