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miércoles, 28 de octubre de 2009

NO SOLO DON, SINO TAMBIÉN PROPIETARIO

Don Candro meditaba en el Patio de Oración de su Hogar, ¿Qué hacer con sus viejas tierras de la locura? Locura fue también la forma como las había adquirido, comprándolas a un precio irrisoriamente bajo.
Habia depositado allí muchos de sus antiguos sueños. Lotear y construir un pueblo, llevar los servicios de agua y luz. Y hasta hacer un county....
Pero su antiguo caballero, el hermano mayor, le dijo que sencillamente vendiera esas viejas tierras y que hiciera un negocio simple; Transmisión de la Propiedad, a cambio de un precio.
Don Candro no quería saber nada con esa propuesta que le parecía de lo mas conservadora, ésto porque él sabía que tenía un espíritu emprendedor. Sin embargo, durante sus meditaciones y oraciones, le pareció cierto día, que una voz interior le susurraba al oído:
"haz caso a tu hermano..., vende"
Se decidió entonces y comenzó a buscar tasaciones. Algunas inmobiliarias le ofrecían el oro y el moro, otras solo migajas. Así de difícil era valuar adecuadamente esas tierras a las afueras de la ciudad.
Don Candro tomó entonces la cotización mas baja y la mas alta y eligió el precio medio entre los extremos.
Decidió ofrecerlas por su parte y comenzó a publicar la oferta.
Le llamaron imnumerables personas, hasta que uno se mostró interesado.
Comenzaron una larga negociación que duró alrededor de un mes y al final se sentaron en la Escribanía, para celebrar el contrato de compra - venta.
Don Candro comenzó a festejar. Festejaba la venta, pero por encima de todo, festejaba haber sido él mismo quién llevó adelante y finiquitó las negociaciones, a pesar de que muchos creían que no sería capaz de hacerlo.
Se le habían ido definitivamente sus tierras de la locura. Las tierras de su pasado con aspiraciones comunitarias. Se le habían ido con ellas muchos de los viejos amigos, esos que no lo comprendieron por qué abandonaba su sueño común.
Y fue tanta la sorpresa para todo su círculo, que un antiguo condómino de esas tierras de la locura, uno de los amigos que se había mantenido fiel a la amistad y que también había abandonado sus sueños comunitarios, le encomendó que le vendiera también sus tierras. Así lo hizo, las cotizó al mismo precio y las se las ofreció también a su comprador. Al cabo de unos meses éste se interesó y se las compró también.
¡Este emprendedor si tenía el capital para fundar un country!
Así que de una forma u otra, don Candro vio realizado su viejo sueño, y ésto para él fue suficiente.
Pero don Candro estaba emprendiendo una vida con su amada doña Luna y no podía atarse a ese pasado fantasioso e ilusorio.
De los dólares que obtuvo, tanto por la venta de su tierra como por la comisión que le pagó su amigo, sacó la tercera parte y la empleo para hacerle las reformas que le hacían falta a su casa y le alcanó todavía para terminar de decorarla como el matrimonio se lo había soñado.
Las otras dos terceras partes la invirtió en la Pyme de su hermano, haciéndose así socio minoritario de la Empresa Familiar, una constructora.
Reflexionaba Don Candro en su intimidad:
¡Pensar que hasta hace unos meses era su empleado y ahora soy su socio!
La inversión debió transitar el proceso de producción; pasó de estar guardada en el banco, luego fue empleada para el pago de los costos, hasta que por fin dio su rédito:
Cierto día el hermano mayor lo invitó a conocer algo que le decía, sería muy especial para él.
Se subieron los hermanos y sus esposas a la camioneta del mayor y fueron hasta un edificio en pleno centro del Pueblo Alberdi. El Ingeniero sacó unas llaves y abrió la puerta, lo invitó a subir y cuando estuvieron en el último piso, le mostró un flamante departamento que a todos encantó.
Luego de que todos lo elogiaron, el hermano mayor le dijo a Don Candro: Este es tu departamento. Es lo que hicimos con tu inversión.
Don Candro no salía de su asombro y mirando por una ventana que daba al Shopping, solo pudo decir ¡gracias..., gracias hermano..., gracias cuñada.... Gracias Señor!





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