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miércoles, 11 de noviembre de 2009

OFICIO VESPERTINO


Había sido un día de trabajo arduo, toda la jornada había estado escuchando de sus parroquianos, problemas de lo mas humanos; padecimientos físicos, psíquicos, emocionales y afectivos. Romanticismos e Idealismos. Todo le daba vuelta en la cabeza. Había asesorado a muchos, les había resuelto problemas a otros tantos, le habían agradecido y también algunos se habían quedado descontentos.
Sentía que debía poner su mente y su corazón en orden. No daba más. Estaba totalmente agotado.
Salió entonces de su despacho y se dirigió a la Secretaría.
-Por favor Srta. Cruz, le dijo a su asistente, cierre la puerta y cuando me llamen, dígale a su manera que no estoy para nadie. Necesito estar a solas.
-Esta bien, padre, no se preocupe yo me encargo. Vaya usted a hacer lo que tenga que hacer, nos vemos mañana.
El cura cerro su oficina con llave y se fue hacia la Iglesia, atravesó un pequeño patio interno de la Parroquia, un patio privado por donde sólo pasaba el Cura.
Allí no había plantas, el piso era de cemento y abundaban las palomas revoloteando y ensuciando el lugar. Y como hermanadas a las aves, unos cuantos perros callejeros que el sacerdote había adoptado. Los saludó por sus nombres, les dio la comida y les puso agua, no sin antes darles unas cuantas palmaditas en la cabeza a cada uno. Los animales lo saludaban a su manera, les movían sus colas y se contorneaban todo en señal de cariño. Abrían grandes sus bocas mostrando los dientes, así como queriéndoles sonreír.
Continuó el cura su caminata por el gran edificio, ingresó por una puerta que daban a unas aulas donde se los catequistas les dan sus charlas a los catecúmenos y siguió su marcha por los pasillos, entrando a la Iglesia por la sacristía, el ingreso habitual del sacerdote, el ingreso doméstico, podríamos llamarle.
Fue directo hasta el Sagrario y allí se arrodilló en el reclinatorio, para después de hacer la señal de la Cruz, elevarse en oración.
-¡Señor por favor ven en mi auxilio! Necesito tu ayuda y tu aliento.
El sacerdote sabía orar, y por lo tanto sabía que orar era entrar en verdadero diálogo con lo más profundo de la conciencia, Esa Conciencia que en Realidad no era la suya, sino la del Espíritu Santo.
El cura hacía muchos años que oraba y Esa Conciencia él la escuchaba bien clarito, en sus propios pensamientos y en una especie de diálogo interno. Hablar con Dios no era para él, en absoluto cosa sobrenatural, sino algo de lo mas habitual y cotidiana. Solo debía elevar su corazón, ponerse en sintonía y escuchar las palabras del Maestro.
Éste lo tenía entre sus discípulos, por lo que le llamaba por su nombre, en lugar de decirle “hijo mío”.-
-¡Buenas tardes Varón!, siente que le dicen en su mente unas palabras cálidas, amigables, de lo mas comunes y ciertamente conocidas por su alma.
-¡Buenas tardes Maestro! Te he invocado porque estoy verdaderamente agotado.
Mi cabeza me da vueltas y necesito tus palabras para ponerla otra vez en orden.
-Varón, tu sabes que cuando estás agotado necesitas, primero que nada y cuando tu recreo te lo permite, descansar y la mejor forma de hacerlo es recostándote en el suelo y dormitando por un rato. ¡Ve haz lo que te digo!
El cura enseguida se dispuso a cumplir el mandato del Maestro, así que fue a la Sacristía y cerro la Iglesia con llave, por dentro, como para que nadie lo fuera a sorprender. Luego se dirigió otra vez hacia el Sagrario y colocó el almohadoncito del reclinatorio en el suelo. Se colocó sobre su vientre en el piso frío, con sus brazos extendidos en cruz, así como aquel día en que el Obispo lo consagró sacerdote. Estando en ésta posición sacramental, recostó su cabeza sobre el almohadón y poco a poco se fue durmiendo.
Su mente comenzó a volar por el vago mundo de los sueños y entre dormido y despierto, comenzó a ver las típicas imágenes oníricas que se suceden, unas a otras sin coherencia alguna. El cura era todavía totalmente conciente de que estaba entrando a ese mundo de sueños.
¡De repente se encontró recostado sobre el piso en la posición de cruz y el entorno ya era totalmente real para él!
Se sentía otra vez descansado, entonces poco a poco fue incorporándose hasta quedar totalmente erguido, se desperezó con ganas. Estaba cayendo la tarde y la Iglesia estaba en penumbras. No fue a prender las luces, sino que fue a sentarse para continuar orando.
En eso escucha que golpean la puerta de la Iglesia desde la calle. Duda por un instante en ir a ver quien es, pero como estaba otra tan relajado, decidió hacer un sacrificio mas por su gente y como ofrenda al Señor, por el descanso recibido.
Fue entonces hacia la puerta y abrió.
Era un hombre viejo que caminaba con bastón. El viejo le dijo:
-¡Padre necesito hablar con usted porque a la siesta soñé con usted y me he quedado un tanto preocupado!
-Bueno Señor, pase usted, lo invita el padre. Y cuando ingresan al templo oscuro el cura encara como para prender alguna luz.
El viejo le dice que esta mejor así, que si no le molesta le gustaría estar solo a la luz de la vela.
Con todo gusto, dice el cura, pues para sus adentros pensaba que era mucho mejor permanecer en la penumbra, para continuar disfrutando de su reciente paz interior.
Fue hacia el altar y encendió la vela que estaba allí colocada. Luego lo acompaño al viejo y se sentaron en el primer banco.
-Dígame que lo trae por acá. ¿De qué se trata ese sueño que le ha preocupado tanto?
-Mire Padre, resulta que estaba durmiendo mi siesta y comencé a soñar. Lo vi a usted muerto y de repente bajaba un ángel del cielo con enormes y hermosas alas blancas y le decía a usted:
“Ahora vas a recibir la Comunión de los Santos.
Y Usted le preguntaba al ángel: ¿Y qué sentiré?
El ángel le respondía:
Podrás sentir como sienten todos tus hermanos del cielo y la tierra, podrás sentir en ti mismo sus angustias y sus alegrías, con solo pensar en ellos, no te hará falta ni siquiera verlos, ni estar con ellos, el solo pensar en ellos te permitirá percibirlos íntimamente y podrás también escuchar sus ruegos e interceder por ellos ante Nuestro Señor.
Además ellos también te percibirán, estén donde estén y podrán comunicarse fácilmente contigo, a través de su memoria, en sus pensamiento, o en sus visiones e imaginaciones.
Ya nunca más sentirás agotamiento físico, ni mental, pues serás puro espíritu y no habrá más cansancio para ti. Por último podrás disfrutar del ver cómo se arreglan las vidas de aquellos que te están rogando y que se te están encomendando a ti y al Señor”.
El sacerdote quedó sorprendido por el relato y luego de meditar un rato, le dijo al viejo.
-Señor quédese usted tranquilo, no tiene por qué preocuparse. Su sueño ha sido muy hermoso para mí, a pesar de haberme visto muerto. En su sueño me ha deseado un hermoso futuro, en la Gloria del Cielo. Vaya usted a su casa y le repito, quédese muy en paz y verdaderamente tranquilo. Yo estoy muy contento con éste sueño que ha tenido y le agradezco que me lo haya venido a contar.
El sacerdote se incorporó, lo ayudó al viejo a levantarse y lo abrazó con ganas. Después lo acompañó hasta la puerta, se despidieron y cerró las puertas con la intención de terminar su día e ir finalmente a prepararse la cena.
Se dirigió hacia el altar, apagó la vela y a oscuras fue a persignarse ante el Sagrario para despedirse de su Maestro y antes de retirarse para su casa.
Cuando estaba arrodillado en el reclinatorio, de repente todo cambió de golpe. Comenzó a sentir una sensación de lo mas extraña. Sus ideas empezaron a girarle en la cabeza en todas direcciones y totalmente descontrolas.
Se le comenzaron a cruzar mil imágenes por la cabeza, todas sin sentido aparente y por demás incoherentes.
Parecía como que todo giraba y giraba a su alrededor, se le cruzaban por la mente imágenes de la iglesia de día y de noche, amaneceres y puestas de sol. Le aparecían personas e inmediatamente se hallaba a solas. Y así otras tantas imágenes sin sentido.
Hasta que de nuevo su mente se fue calmando de a poco. La oscuridad reinaba en el ambiente y fue tomando conciencia otra vez de su cuerpo.
¡Se dio cuenta por fin que todavía yacía en la posición de Cruz y que todo lo acontecido había sido un sueño!

1 comentario:

aapayés dijo...

Perdón por mi retraso al acercarme a tu blog..

Me gusta la prosa y mucho, cuando están tan bien escrita como las aquí encontradas..



Un abrazo
Con mis
Saludos fraternos