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sábado, 3 de abril de 2010

A TODOS ATRAE CRISTO

Ceci:


Te voy a contar una experiencia. También va para los demás, pero para la Ceci de manera especial.
Intentaré ser lo mas breve posible.
...Poco a poco voy recuperando algunas costumbres de mi adolescencia y juventud: El ser informal y poco adepto a lo solemne como cuando estábamos en el colegio secundario.
Así que hoy en este jueves santo acompañé a mi esposa al templo, para la misa de la última cena y luego me fui a un bar cercano, como lo hace mi padre cuando después de llevarla a mamá a la Iglesia va a esperarla al bar, leyendo el diario y siendo visitado, por lo general, por mi hermano que es otro Cristiano que entra poco y nada a la Iglesia y que pareciera que hace su “misa particular”, yendo solo, a visitar a los viejos, casi todos los domingos por la mañana.
Me siento cada vez mas parecido a estos otros hombres de la familia, como así también, parecido a mi padrino adoptivo, que actuando siempre como agnóstico, me ha confirmado lo que yo presentía, es también otro Cristiano no devoto y por ello me ha pedido hoy que rece por él, por las dudas… y aclara graciosamente; que siempre es bueno tener un abogado fiel, que lo ayude a entrar al cielo, en caso de estar equivocado.
Estuve allí escribiendo por alrededor de una hora y luego volví a la Iglesia.
La Ceremonia no había terminado y me puse a observar todo el entorno.
En los bancos de la nave central estaban los más devotos, aquellos Cristianos que nunca faltan a las misas de los domingos.
Junto al Sacerdote, un par de monaguillos, cara de diablillos, como éramos nosotros, tus compañeros del León XIII, que nos gustaba figurar, aunque ya hubiéramos renunciado a nuestra Fe, por aquellos años.
En torno al Cura, los Ministros de la Iglesia, esos laicos que siempre tienen los primeros puestos en los oficios sagrados de importancia.
En las dos naves laterales, bien escondidos; los mas tímidos. Esos a los que les da vergüenza dar la paz.-
Al momento de la Eucaristía, la imagen del Sagrado Corazón, a donde voy a pedir la "Comuinión Espiritual", cada vez que voy a misa..., estaba tapada con un lienzo morado, al igual que todas las demás imágenes.
Por momentos no supe para dónde disparar a arrodillarme y solicitar mi comunión.
Le cuento al oído esto a mi esposa y me señala una imagen que no estaba tapada: Un pasaje del Vía Crusis, de cuando Cristo cae por segunda vez.
La imagen me inspira y de repente, me veo a mi mismo de espaladas al resto de los fieles, rezándole a una imagen a la que solo le rezan en el viernes santo. (Hoy todavía no hacemos ese vía crusis).
Entonces me siento por un instante como "el loco" de la parroquia y como tal me voy con total displicencia al atrio de la Iglesia, me enciendo un pucho y sigo observando el entorno:
Ahí estoy como ese loco que no respeta del todo las reglas, aunque su Fe es inmensa y que va y viene con total libertad.
Bien parado en la puerta del templo, hay un hombre que tiene un poco pinta de malo, pero está impecable y se ha mantenido de pie, durante toda la larga ceremonia, pareciera que fuera un pecador y que no se anima a ingresar por respeto a la sacralidad del lugar y al no sentirse del todo digno.
Bien afuera de la Iglesia está el que cuida los autos y pide limosna, él nunca entra al templo y no creo que lo haga por sentirse pecador, sino mas bien porque está trabajando y de seguro profesa otra religión, como podría ser evangélico, mormón o testigo de Jeová.
También hay en el atrio un vigilante padre, al que sus inquietos hijos, no le permiten entrar.
Sentado en la base de una columna, un anciano al que se lo vé muy cansado y pareciera que ya está harto de tanta solemnidad y finalmente; tres o cuatro adolescentes, un tanto rebeldes, que se han quedado afuera para hacerse el filo, en lugar de mostrar su devoción a Cristo dentro de la Iglesia.
Me termino en la puerta mi pucho, e ingreso otra vez al Templo.
Mi esposa me huele a cigarrillo y le da vergüenza, yo niego haber fumado pero el olor me delata.
Continúo observando ahora a mi costado y se ve a otra anciana que muestra signos de estar de lo más triste y deprimida.
No se ha levantado en toda la misa, ni tampoco se ha arrodillado.
Me doy cuenta que uno de los monaguillos es un hombre con cierta discapacidad, un hombre que no le da paso a los mas jóvenes y el otro monaguillo en jefe, pareciera ser un seminarista.
Finalmente escucho a los músicos y me doy cuenta que han ensayado mucho sus cantos, se los nota eufóricos y pienso a los muchos que conmueven y a los otros que aturden.
Y entonces otra vez me veo a mi mismo, entre rebelde e insolente, un poco loco y progresista, bohemio y religioso, todo al mismo tiempo y con mi cuaderno bajo el brazo, para escribir todo lo que he percibido en ésta última cena, el día que Cristo instituyó el sacerdocio, que pareciera que no se tratara solo del orden sagrado, sino también de ese sacerdocio común que tenemos todos los laicos, por la sola gracia del baustismo.
Y entonces me doy cuenta que mi tarea en este día, es escribir sobre estas observaciones y percepciones que he tenido y señalar que el Reino de Dios está preparado para todos: Devotos y no tan devotos, Cristianos y no Cristianos, Justos y Pecadores, alegres y deprimidos, capaces e incapaces.
Todos se acercan al templo para las fiestas, como la pascua de Navidad o la pascua de Resurrección y a todos atrae este Cristo, de manera más o menos confesa.
Por último, reparo en los lectores de la Iglesia, otros ministros según el Concilio Vaticano y me pregunto:
¿Habrá algún otro lector de entre mis conocidos “en el mundo” y no ya en la Iglesia, a los que les interesen éstas líneas?

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